La Hermandad de la Coronación ha celebrado el acto de veneración a la Virgen del Valle. La Iglesia de La Anunciación recibió por eso, durante el pasado fin de semana, la visita de cientos de personas que quisieron contemplar de cerca, sobre el presbiterio del altar mayor, a la sagrada imagen.
La Virgen del Valle es una de las dolorosas más emblemáticas y representativas de la Semana Santa de Sevilla, pues su fisonomía y su estampa, su atuendo incluso -respetado en lo más característico y singular desde hace décadas-, la ha consolidado en una idea absolutamente clásica y elegante -pura solera como su propia cofradía en la calle-, a la que se considera uno de los mayores referentes de la exquisitez cofrade. Su mayor acierto, partiendo de que ha alcanzado una de esas cumbres estéticas de la Semana Santa, es seguramente que siempre sea igual, que se mantenga a través del tiempo en lo que se espera del sello inconfundible de lo que significa el Valle. Por eso a veces he discrepado de atrevimientos desacertados como ciertos paños de la Verónica (el de las manchas de una pizzería), absolutamente impresentables por más que tuvieron la osadía de presentarse. Afortunadamente y tras superarse la primera y única impresión de la polémica, como ha ocurrido en otros casos, nadie -salvo el autor de cualquier churrete- ha dado muestras de que permaneciera en el recuerdo de las grandes emociones. Añado igualmente en los desvíos de las líneas maestras de la Hermandad del Valle la fallida evocación el año pasado de una vieja fotografía de la Virgen vestida de hebrea, desde la que se quiso ofrecer una nueva versión durante la Cuaresma de 2020; pero resultó un quiero y no puedo (o no sé), se demostró como inigualable e insuperable la antigua estampa de la Virgen, ataviada de la manera más natural en el manto y en el tocado -sin apoyarse en artificio alguno-, acogiendo con sus manos el sudario y la corona de espinas.
La escenografía de la veneración a Nuestra Señora del Valle se ha levantado un año más sobre unos elementos tradicionales e inconfundibles de la Hermandad, basada y construida en esa especie de catedral gótica con arbotantes de plata, profusión de cirios, ramos cónicos rosados, y la presidencia superior del Simpecado, flanqueado por las figuras de San Juan y la Magdalena. El amplio reportaje fotográfico, con 28 imágenes, hacen innecesarias las explicaciones. Y en esta ocasión precisamente, Beatriz Galiano se hace sensible y muy consciente del valor eterno e intemporal que transmite la Virgen del Valle; por eso la recoge no sólo en color, sino también en blanco y negro y hasta en sepia (una de las señas de identidad de esta joven fotógrafa que está marcando tendencias periodísticas), para demostrar que el sabor de esta Hermandad y su bellísima dolorosa están intactos, que puede confundir al tiempo y despistarnos respecto de la fecha en que se hicieron las fotos, las que lo mismo podríamos identificar como datadas el fin de semana pasado o hace lustros, como salidas de los antiguos y cerrados archivos de Serrano, Gelán o Luis Arenas. Hasta las joyas que la Virgen luce en su pecho parecen devolver los tiempos en que se pusieron de moda en tantas dolorosas, como la Amargura o la Macarena, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado, e incluso en el caso del manto de la Virgen de las Aguas, colgando pedrerías valiosas que cada Lunes Santo eran cedidas por la Duquesa de Osuna.
Para mí fue una prueba de inteligencia y saber hacer por parte de los miembros de la Junta de Gobierno de esta Hermandad en el momento de su coronación canónica, que la nueva presea respetara el diseño de la original, que tanto había configurado la imagen total de la Virgen del Valle; ese diseño que se reprodujo nada menos que para encajar en un icono sagrado tan universal como el de la Virgen del Rocío.
Si encima esta Virgen única, el gran llanto de Sevilla, tiene una marcha como la que le compuso Gómez Zarzuela y está contada maravillosamente por los versos pregoneros de Rodríguez-Buzón, ya me dirán de qué estamos hablando y en qué categoría hemos de situarnos.
Galería fotográfica de Beatriz Galiano
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