Julio Cuesta se subió muy emocionado al atril del Teatro de la Maestranza para dejar un pregón de la Semana Santa de Sevilla 2022 comprometido, pleno de mensaje, incluso reivindicativo en ocasiones. Desde el principio -con el larguísimo tiempo de espera como protagonista- llamó a usar lo acontecido y vivido desde el inicio de la pandemia como una oportunidad para hacer tabla rasa y que un hombre nuevo emerja de estos años de adversidad para crear un tiempo nuevo, pero con los valores que deben adornar a los cristianos y que se recogen en las advocaciones de las imágenes de nuestras cofradías.
Tras la inicial declaración de intenciones, que incluyó los primeros mensajes -contra el relativismo, de agradecimiento por su comportamiento “sólo a señalados responsables públicos”, y de un nuevo amanecer “con la fuerza de Cristo en nosotros”- llegó la gran sorpresa del pregón. Cuesta pidió un homenaje para los que murieron a causa del coronavirus, para sus familias y para los que sufren “la guerra, la exclusión y la pobreza”. El aplauso inicial fue seguido de un impresionante minuto de silencio y el rezo del Padrenuestro y el Gloria con el público del Maestranza puesto en pie.
Tras los saludos de rigor, el pregonero confesó que rompió el trabajo de muchos meses porque en esos momentos ya se escribía un doloroso pregón en las calles del mundo y optó por hacer algo nuevo, aunque el guión de las advocaciones de Sevilla sí forma parte, aunque seguro que de forma distinta, de su idea original. Así, cada columna de este nuevo tiempo tiene el nombre de una advocación de nuestra Semana Santa: Paz, Fe, Amor, Humildad, y, sobre todo, Esperanza.
La parte más personal de este pregón de Julio Cuesta la copó su familia, con especiales recuerdos a sus padres, los duros inicios de vida de su nieto Julito y la próxima llegada de una nieta, que a pesar de no haber nacido aún ya tiene un corazón pequeñito que late “libre, independiente”. Esta reivindicación de la vida en el seno materno fue unida al valor de libertad que abanderan los cristianos como tales, lo que les lleva a ser perseguidos en muchas partes del mundo.
Y es que, aunque el pregón de la Semana Santa de Sevilla 2022 tuvo también poesía -muy al estilo de una pieza tradicional, esto es, tras una descripción de una imagen titular, unas estrofas-, fueron más llamativos los pasajes en que contundentemente reivindicaba o denunciaba. De forma valiente, más teniendo en cuenta los tiempos que vivimos, continuó hablando de la libertad que provoca la “criminalización de la Iglesia” y el cerco de la misma por ideologías que malviven porque “no se aguantan ni a sí mismas”, concluyendo, firme, con la necesidad de un mundo nuevo con hombres nuevos y dando lugar al momento más intenso del pregón.
Fue entonces, sin haber llegado a la mitad, cuando el pregón bajó de tono por unos minutos y se perdió algo en historias y anécdotas personales (vivencias en idioma capillitopregoneril) pero manteniendo siempre el hilo conductor de las advocaciones y las imágenes y la idea de un mundo nuevo. Volvió a venirse arriba cuando mencionó la necesidad de la humildad como eje de ese mundo, la misma que expresan las imágenes de nuestra Semana Santa que miran al cielo -Montesión, Cena, Estrella…-, y al resaltar que todos los nombres de la Virgen en el mundo -Guadalupe en Extremadura y América, Paz en Medina Sidonia, Ángeles en Alájar, Caridad (del Cobre) en Cuba (“una espina clavada”), “toda España” ante el palio de Montserrat…- tienen presencia en los templos de nuestra ciudad.
Con la mañana enfilando su final, el Gran Poder se hizo con el pregón con su llegada a los barrios más humildes de Sevilla, en la que tal vez fuera la poseía más conseguida y la que más aplausos levantó. Y la Resurrección lo cerró como primer ejemplo para empezar a avanzar por ese nuevo tiempo.
Julio Cuesta se lo dejó todo en el atril. Con confesados nervios, pero también con nervio, se desempeñó con indisimulada y total entrega, algo que puede contrastar con su habitual, reconocida y casi diplomática flema en el aún cercano ejercicio de su profesión, la comunicación institucional y relaciones públicas. Eso no quitó para que tirase de una fina ironía, también reconocida, en los inicios de su discurso, tal vez para meter a la gente en situación con una sonrisa. Repasando los nombres de su familia (“me falta una Carmen para cantar bingo”), refiriéndose a lo que ha hecho más especial este pregón (confianza renovada tres veces “récord que me ha hecho mayor… que nadie se vea obligado a arrebatarme esta marca”, “he estado cortito de tiempo” o “me han dejado entrar” en el teatro después de tanta espera).
No ironizó con la rotunda petición a la Unesco de declarar el patrimonio de las cofradías Patrimonio de la Humanidad ni el recordatorio a las dos veces que la Virgen de la Hiniesta fue quemada. Ni el reiterado llamamiento a los “sevillanos del mundo”.
Así fue, a grandes rasgos, el pregón más largo del mundo, casi tres años desde que fue nombrado Julio Cuesta. No es de extrañar que, al final, el pregonero mostrase una llamativa expresión entre satisfacción y alivio.
Por fin.
Enhorabuena.
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