Los sevillanos van acostumbrándose a ver la remodelación de la Capilla de la Estrella, sita en la calle San Jacinto.
Las obras duraron cerca de dos años (desde julio de 2019 a marzo de 2021), haciendo necesario que las imágenes residieran durante todo ese tiempo en la cercana Parroquia de San Jacinto, la antigua sede canónica de la Hermandad. La pandemia impidió, con la suspensión de la Semana Santa de 2020, que desde allí se produjera la salida de la cofradía, regalando una nueva estampa de La Estrella bajo palio a las puertas de San Jacinto.
El pasado Viernes de Dolores, y concluidas las obras, se reinauguró la Capilla, acogiendo de nuevo y de forma privada a las sagradas imágenes titulares de la Hermandad.
Desde entonces los sevillanos, y por supuesto los trianeros, han ido teniendo ocasión de visitar la Capilla tras su ampliación en metros cuadrados y, por ello mismo, su nueva configuración arquitectónica.
Opiniones hay diversas para la aprobación y para la disconformidad. Normal, esperable. Muchos sentían ya la Capilla en su forma original, una L que disponía a sus imágenes en la forma de dos capillas en una, favoreciendo que la del Cristo fuese más recóndita e íntima. Incluso posibilitando que cuando el palio se encontraba en ella antes del Domingo de Ramos, un falso tabique que se corría dando al bajo de las dependencias de la Hermandad, permitía ver de perfil a La Estrella en su paso.
En cualquier caso, con razones sentimentales o no -que siempre las hay-, la solución arquitectónica es elogiable, pues abarca a los dos altares en un mismo plano, dispuesto cada uno a ambos lados de un altar principal -presidido por un crucifijo- desde el que se celebran ahora las misas y demás cultos, de manera que se ven a la vez el Cristo y la Virgen. Es como un díptico abierto a la contemplación de los devotos.
Observando los retablos de una y otra imagen, se percibe claramente una nueva instalación (ya en otros casos como el de La Macarena, el Gran Poder y El Cachorro) para proteger de incendios a las tallas. Y los fondos de cada camarín se han resuelto (eso es ya es más discutido aún que la propia ampliación de la capilla) en muros de un color salmón, seguramente no muy adecuado para resaltar ni respaldar a unas imágenes portentosas como las del Señor de las Penas y la Virgen de la Estrella. Hay algo de similitud cromática con la del camarín de La Amargura, este en losas de azulejería, también en entredicho muchas veces desde que se colocó hace algunos años. Es posible que se necesiten reflexión y distancia en ambos casos para redondear la faena.
La Capilla incorpora, nada más entrar a la derecha, una pequeña zona o tienda para adquirir recuerdos.
Fotografías de Beatriz Galiano
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