El 22 de agosto de 1950, la Asamblea Europea aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre.
Su precedente databa de 1948, dos años antes, del texto redactado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que emitió una Declaración Universal.
Fue una respuesta a tratar de evitar para el futuro más guerras mundiales. Su eje principal sostenía “una unión más estrecha entre sus miembros, y que uno de los medios para alcanzar esta finalidad es la protección y el desarrollo de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”.
El origen de estas intenciones que históricamente llegaba muy tarde, sin haber evitado contiendas y holocaustos, puede encontrarse ya en el siglo XVII, cuando se habían producido las primeras declaraciones basadas en el derecho natural.
Entres otros derechos reconocidos por la Declaración, su Título I fijó el derecho a la vida, y las prohibiciones a la tortura, la esclavitud y los trabajos forzados.
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