Si estupor y consternación popular causó en España y en toda América Latina la muerte de Lola Flores el 16 de mayo de 1995 (como en este diario hemos recordado recientemente al cumplirse los 25 años de aquella fecha), para qué contar el impacto emocional que produjo conocer, sólo catorce días después, que su hijo Antonio Flores aparecía muerto en su domicilio.
Anímicamente no había superado la ausencia para siempre de su madre. Encontró su cadáver el gran amor por entonces del artista, Irene Chamorro. Durante años se creyó que la causa del fallecimiento fue una recaída de Antonio Flores en las drogas, pero la propia Irene Chamorro aclaró la verdadera razón: un infarto.
Para cuando ocurrió ese fatal desenlace, Antonio Flores ya era un destacado autor e intérprete de sus canciones, algunas tan inolvidables y emblemáticas de su época, como “No dudaría”, además de los éxitos que dio a su hermana Rosario.
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