Toros en Sevilla: Victorinos para la historia de la Maestranza
Escribanó le cortó dos orejas a un hijo de Cobradiezmos; el Cid y De Justo, una cada uno en extraordinarias actuaciones

Que los tendidos de la Plaza de Toros de Sevilla, de la Mestranza, han perdido calidad de aficionado es opinión que llevamos expresando –ayer sin ir más lejos– desde que empezamos estas crónicas en la época post covid. Afortunadamente, la sensibilidad, espontánea y de saber valorar situaciones más allá de lo que ocurre en ruedo, sigue presente. El Cid pudo comprobarlo no más acabar el paseíllo, minutos antes de volver a enfrentarse a los toros de Victorino Martín en el día de su reaparición después de tres temporadas sin torear. La ovación que recibió, de pelos de punta, sólo fue comparable a la que recibieron él y Emilio de Justo cuando el extremeño le brindó su primer toro.

Y mira que pasaron cosas buenas en esta quinta corrida de la Feria de Abril 2023, la de los seis fantásticos victorinos.

En la primera mitad del festejo se sucedieron las más cálidas ovaciones de lo que va de abono.

La de El Cid, porque estuvo muy bien, profundo y haciendo ostentacion, lógico, de su prodigiosa mano izquierda en el toro de su reaparición y desde el primer pase. Bien es cierto que el animal se dejaba más de lo que de uno de esta ganadería y de este encaste se espera, pero también que el diestro de Salteras se mostró como si hubiera toreado diez corridas en los últimos meses. Hizo las cosas con temple, suavidad, sabiduría… Lástima de estocada trasera y atravesada que le obligó a usar el verduguillo.

Manuel Escribano forjó su primera ovación de la plaza de Sevilla con una alimaña típica de esta ganaderia salmantina. Estos toros criaron su leyenda con comportamientos duros, complicados, sin dar facilidades y con peligro. Ante ellos, los grandes toreros se crecen, pasan las de Caín y, con orejas o sin ellas, salen victoriosos. Y eso hizo el de Gerena, que estuvo hecho un tío, dándole tiempo, yendo de verdad. Pero Portero, un viejo de casi seis años que lo demostraba en apariencia y comportamiento, se revolvía casi antes de embestir y buscaba con afán los tobillos. Escribano no se amilanó y lo intentó todo. La estocada fue caída, pero los tendidos le reconocieron su trabajo.

Ver a Emilio de Justo es una alegría añadida si recordamos el Domingo de Ramos del año pasado… y su última actuación en Sevilla en 2021 ante esta misma ganadería. El victorino que le tocó en suerte mostró rápido su gran pitón izquierdo y Emilio supo aprovecharlo. Tuvo que aguantar parones y lo hizo. Tuvo que ahormar la embestida y lo hizo. El momento en que se desmayó mostró que el matador había ganando la partida. Sólo faltaba matar. Y lo hizo. Oreja de ley con su ovación correspondiente.

Hasta el momento, los toros habían presentado un comportamiento diferente cada uno, pero con un denominador común: La emoción. Pero quedaba lo mejor.

Se merecía El Cid la oreja que cortó en el cuarto. Porque estuvo enorme, porque mostró otra vez su izquierda de ensueño y porque sabe responder al cariño que recibe. El toro tenía calidad y humillaba, pero de vez en cuando recordaba quien era y de donde venía. Y también en esos momentos menos dulces Manuel Jesús, lanzado, supo estar a la altura. A máxima altura. Una última serie imposible porque el toro estaba listo precedió a una buena estocada y a su trofeo correspondiente.

Y en estas estábamos cuando, siete años después, volvió Cobradiezmos, pero con otro nombre. Y delante de él estaba otra vez Escribano, el mismo. El mismísimo.

Empleó algo de tiempo en hacerse con su enemigo, coladas incluidas, pero, tras un destacable trabajo, de repente, como por ensalmo, surgieron naturales lentos y vibrantes, con Patatero (hijo de Cobradiezmos) embistiendo andando pero con ese picante imprescindible. Tres series de ensueño por la derecha certificaron que estábamos ante un acontecimiento de verdad. (¿Lo mismo estas orejas que las del Domingo de Resurrección…?) Patatero puede ser el toro de la Feria. Por fijeza, acometividad, humillación, ritmo, ganas de embestir. Y, benditas casualidades, tuvo enfrente al que fue capaz de perdonarle la vida a su padre para que él pudiera nacer, para perpetuar su estirpe, para gloria de la ganadería.

Una buena estocada puso en las manos de Don Manuel Escribano Nogales, de Gerena (Sevilla), las dos orejas del hijo de Cobradiezmos, que rodeó el albero de la Plaza de toros de Sevilla antes de marcharse para siempre, justo homenaje a él y a sus hermanos de cartel.

Pudo cortar otra oreja Emilio de Justo en el sexto, un toro bronco y áspero con el que el extremeño se tuvo que emplear a fondo para, tras un arduo trabajo, ganarle la pelea, meterlo en el canasto y sacarle lentos y templados muletazos. Dos pinchazos le privaron del trofeo.

La ganadería de Victorino Martín siempre ofrece alicientes, pero la corrida del 22 de abril de 2023 fue mucho mas allá para meterse directamente en la historia de la Maestranza de Sevilla.




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