No es muy aventurado decir que nada hay tan poco uniforme como la Fiesta Nacional en general y el comportamiento de los protagonistas, los toros, en particular. Y la décimoprimera del abono de Sevilla lo puso de manifiesto ella solita, con triunfos que sólo se parecieron en el trofeo y en que se dieron en el ruedo de la plaza de la Real Maestranza. El Juli, Manzanares y Paco Ureña se llevaron una oreja cada uno de sendos toros de la casa Matilla y cada uno tuvo que hacer cosas bien distintas.
El Juli no tuvo que esforzarse más de lo normal para la suya. Un buen recibo por verónicas al primero bajando mucho las manos, dos series por la derecha, otras dos por la izquierda, de nuevo la diestra… Y un toro noble, que embestía con codicia, humillaba y no daba el más mínimo problema. Bueno, daba uno, pero que no era tal para el torero: le faltaba un puntito de casta. Julián hizo lo suyo de siempre, dio una buena estocada como la mayoría de las veces y poco más que contar.
No lo tuvo tan fácil José Mari Manzanares. El toro de su triunfo, el cuarto, fue desconcertante desde el primer minuto. Descomponía la embestida y aparentaba estar mal de las manos (fue muy protestado) cuando acudía a los muchos capotes que se le ofrecieron durante la deslucida lidia. Sin embargo, cada capotazo recibía como respuesta cabeza baja y embestida larga, clase, y el alicantino lo aprovechó. Vaya si lo aprovechó.
Jugando con los tiempos como sólo él sabe, fue cuidando al animal y administrando sus escasas fuerzas, con buen espacio entre las series y sin dejar de luchar contra sus limitaciones y su querencia a las tablas. Hubo dos por la derecha rematadas con sendos cambios de mano y el de pecho una, y trincherilla otra, que fueron ya demasiado para el toro, que se echó.
Con el trofeo más que merecido tras una faena paradigma del temple, hubo un punto de contrariedad en el público cuando Manzanares se dispuso a matar recibiendo, más cuando la primera intentona se quedó en amago, porque el animal no respondió. El maestro cambió mínimamente los terrenos, lo justo para ofrecerle las tablas, y el estoconazo fue marca de la casa.
La tercera oreja fue de valor, reaños, coraje, arrojo y cualquier otro eufemismo que a usted se le ocurra. Y la cortó Paco Ureña.
Hasta llegar a la muleta, y aún durante las primeras series -o intentos- el toro se coló, cabeceó, probó, creó peligro buscando el pecho de sus enemigos. Un regalito. Un pedazo de eso que está usted pensando pero que no vamos a decir.
Cuando todo el mundo estaba resignado a ver cuatro intentos vanos, Ureña lo hizo.
Rebosante de eso, el murciano porfió y soportó el mal genio del bicho y su calamocheo constante bajándole la mano para someterlo tras varias series, acabar metiéndolo en la muleta y al público en su faena. Tras una serie tremenda y tremendista (no había otra manera) la gente decidió que aún quedaban 22 horas para Morante y Ortega y se dispuso a ver qué pasaba con la espada. Quedó algo delantera y baja, pero ya estaba decidido que Paco Ureña no se iría sin su oreja.
El cuarto, segundo de El Juli, fue un toro imposible del que nada hay que decir.
No fue así de los otros dos.
La gran noticia, mala, pero noticia, fue que Manzanares, tras una faena plena de hondura y esfuerzo a un toro manso que no paró quieto desde que salió y ofreció dificultades ¡falló con la espada! ¡Y nada menos que tres veces! Fue una lástima, porque fue capaz de ahormarlo, hacerle olvidar su propensión a colarse y ganarle la partida definitvamente con un derechazo redondo y eterno. Pero…
Y el tercero comenzó como un gran toro, permitiendo que Ureña se luciera con el capote en el recibo y en el quite. Acudió en largo al caballo, donde fue bien toreado por Oscar Bernal. Acudió en largo a los capotes. Acudió en largo al quite por delantales… Y no acudió en largo a la muleta porque Ureña decidió tirar por otro lado. Muy encima del animal, la impresión fue que éste se desinflaba, pero lo cierto es que ningún momento fue toreado como había pedido durante su lidia.
En resumen, entretenida tarde de toros en Sevilla para abrir la recta final de esta especial y extraña feria de San Miguel.