Toros en Sevilla: ¿Qué queréis de Morante?
Manzanares cortó una oreja al último de una flojísima corrida de Jandilla

Morante recibió al primero con unas soberbias verónicas dejándolo en el centro del ruedo. Lo llevó al caballo con un torerísimo galleo por chicuelinas y tres verónicas más. Citó a una mano para iniciar así, con un pase de pecho con el capote, un quite por verónicas acabadas muy arriba, de añejo sabor. El toro era noble, tenía calidad, pero era bueno (de bondad) y sin fuerza ni raza.
Se dobló por bajo con unos ayudados marca de la casa para empezar la faena, que fue variada, dándole al toro lo que necesitaba, tirando de él a veces, tocándolo con suavidad otras e hilvanando una obra de sabiduría torera. Hubo naturales lentísimos, derechazos templadísimos, adornos…
Más de media, un poco tendida, pero que valió.
La petición, sorprendentemente, no fue mayoritaria, aunque debería haber valido para darle al de La Puebla una merecidísima oreja que el presidente no quiso conceder.
Petición no mayoritaria, frialdad durante la faena, algunos pitos en un quite al primero de Manzanares… ¿Qué pasa con Morante? ¿Qué quiere la gente de él? ¿Qué queréis de él? ¿Será que ha dado tanto que ya se espera que cada tarde sea un 1 de octubre de 2021? Que Morante crea expectación, por muchas cosas, en cada tarde que torea es una realidad, pero ¿tanta es como para que se le pida siempre lo imposible?
Nos encantaría responder a estas preguntas, pero lo cierto es que no podemos. Este cronista piensa que, por lo expuesto, el público que llenó la plaza de la Maestranza en la tarde del 29 de abril fue injusto con José Antonio Morante de la Puebla. Y el presidente, también.
El triunfador de la corrida fue José Mari Manzanares, por la sencilla razón de que se llevó el trofeo de la tarde. Se la cortó al sexto de Jandilla, el único toro que llevó emoción a los tendidos, a pesar de su raquítico aspecto -el más chico de un encierro muy chico- y de sus irregulares embestidas. Pero tenía movilidad y cierta casta.
Manzanares lo entendió y armó una faena con la mano muy baja por ambos pitones y mostrando su saber hacer en la cara del toro. Jugó con los tiempos para que no perdiera fuelle y supo lidiar con embestidas diferentes cada una de la anterior: ahora recta, luego acostándose, la otra humillando menos… Tras algún amago bien controlado por el diestro, el animal acabó por rajarse, de manera que la media estocada recibiendo fue ejecutada en la puerta de los toriles. Pero para entonces ya estaba todo hecho.
Al tercero lo recibió con unas preciosas verónicas y le hizo un vistoso quite por chicuelinas con las manos bajas. Ofreció su toreo profundo, lento y templado, pero el aire tontuno del toro no dio más que para fuera ovacionado.
Diego Urdiales sólo pudo mostrar su clase en el quinto, al que le dio unos buenos lances de recibo y algunos derechazos destacados. Pero el morlaco no aguantaba más de dos pases, quedándose corto en la embestida ya en el tercero. Su primero fue un desastre, medio inválido de atrás y más flojo que ojú. Los dos jandillas del riojano fueron pitados en el arrastre.
Cuando en una corrida no hay emoción, no hay nada. O casi nada. Y la emoción la da el toro con casta, con pique, con raza. Cinco de los seis de Jandilla fueron nobles, metían la cabeza… pero de puro desrazados, flojos, tiernos, no creaban emoción. Y eso es lo que hace que un toro con esas virtudes sea bueno y no bobalicón.




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