Roca Rey, matador de toros mediático e ídolo del público en general -del público en general-, ha conseguido abrir por primera vez la Puerta del Príncipe de la Plaza de Toros de Sevilla, de la Maestranza. Y lo ha hecho a la actual usanza, es decir, con una actuación alejada del lustre que se le supone a tamaño acontecimiento.
El tercer Cuvillo de la tarde, el quid de la cuestión, era noble pero con poca fuerza. No humillaba, aunque respondía a los cites. No iba mal por la derecha, pero amagaba con colarse -alguna vez lo hizo- antes de tomar la muleta. El peruano lo toreó por ahí con el pico antes de darle una aceptable tanda de naturales, también sin llegar al pitón contrario. Templó mejor en otra serie por el mismo lado para después hacer lo que todo el público -el público- espera: el arrimón de novillero.
Ahí lo importante no era torerar, era quedarse muy cerca de los pitones para enardecer a personal y en eso sí que Roca, todo valor, es el número uno. Mató de una gran estocada y le dieron una oreja barata y poco merecida con una petición dudosamente mayoritaria y con zonas limpias de pañuelos. Ruiz Muñoz se fue sin trofeo en la corrida del domingo con petición similar. Igual eso pesó… Pero lo realmente grave es que hubiera petición.
En el sexto estaba claro. El torero peruano se fue a por su enemigo como un león que ha olido la sangre y puso sobre el albero todo su repertorio, el tremendista y el torero.
Tras un vibrante inicio de rodillas pasándoselo por detrás las veces que fue necesario, se lo llevó a los medios y lo sometió por la derecha. Con un pase cambiado inició una buena tanda por la izquierda que acabó con el toro yendo a menos… O eso pareció, porque Roca volvió a tirar de Halcón, que así se llamaba el de Núñez del Cuvillo, para darle dos nuevas series con la mano derecha muy baja. Abrochadas con bonitos remates, el trincherazo fue de cartel.
Una certera estocada le dio dos merecidas orejas y abrió la Puerta del Príncipe entre el alborozo del público -del publico- y la contrariedad de los aficionados -los aficionados- que recordaban la vulgar primera faena. “¿Esto es lo que vale la Puerta del Príncipe hoy?”, decía un veterano abonado.
José Mari Manzanares se llevó el mejor lote de la corrida de Núñez del Cuvillo, pero…
Al tercer intento logró hilvanar por fin una serie por la derecha al segundo que no tuvo continuidad. La prueba por la izquierda no salió mal, pero tampoco siguió. El viento como excusa, hubo templados derechazos finales pero aquello supo a retirada. El pinchazo y la estocada trasera defectuosa parecían confirmarlo. Aún quedaba otro toro, pero, aunque la faena apuntó a romper por naturales, la mínima contrariedad de que el toro no quería más de tres pases seguidos fue suficiente para que el Manzanares de hoy se fuera a por la espada, su otrora gran aliada: pinchazo, menos de media y ¡ocho descabellos!
Poco pudo hacer Diego Urdiales con sus enemigos. Escasos de raza y con pocas virtudes, sólo valieron para algún muletazo suelto del buen torero riojano.
Roca Rey tiene su Puerta del Príncipe.
El cada vez más abundante público de efluvio podrá contarlo, vaya usted a saber cómo.
La sombra ya no es la quintaesencia de la Plaza de Toros de Sevilla.