Vuelta al ruedo de Roca Rey entre almohadillas tras matar al sexto.
Definitivamente, la locura, pero no en el taurinamente sentido figurado, sino en el más insano de la palabra, se ha apoderado de la plaza de toros de Sevilla, de la sacrosanta Maestranza. En la décimosegunda corrida del abono de 2022, la de Morante de la Puebla, Juan Ortega, Roca Rey y Núñez del Cuvillo, pasaron muchas más cosas en los tendidos y en el palco del presidente -casi todas malas- que en el ruedo.
Ya hemos mencionado varias veces en las fichas de las corridas que el público no se comporta a la hora de acceder a la plaza. Pero es que tampoco lo hace cuando ya está sentado: idas y venidas, copas para arriba y para abajo y un alboroto hasta ahora desconocido o, seamos benévolos, cuando menos poco habitual.
Y lo del presidente está empezando a tomar tintes dramáticos. Lo de esta corrida del viernes de Feria fue de traca. Le dio a Roca Rey las dos orejas del tercero en una faena en la que con una hubiera ido más que despachado. Y no le dio la oreja del sexto cuando la petición era abrumadora (que el peruano hubiera hecho merecimientos -¡ay el público!- ya es otro cantar). Seguramente, el del palco se dio cuenta de que no había motivos para volver a abrir la Puerta del Príncipe, así que se equivocó dos veces. La primera, porque sí. Y la segunda, como consecuencia de la primera.
Morante le hizo un faenón al cuarto. Pleno de torería, lo entendió hasta el punto de acabar metiéndose en las tablas con él para cuajarlo totalmente cuando ya se había rajado y de matarlo perpendicular al burladero del tendido 12, de adentro a afuera, dejando al animal hacia la querencia. La petición fue unánime, pero, sorprendemente, la segunda oreja, más que merecida si analizamos la vara de medir de la tarde y de lo que va de Feria, se fue para el desolladero.
Por cierto, que el público que pidió con ahínco las tres orejas para Roca Rey por una faena buena y otra mediocre fue el mismo que se guardó el pañuelo cuando al de la Puebla le dieron la única suya.
Al cuarto de la tarde le costaba quedarse en el capote. Morante de la Puebla hizo un gran esfuerzo para pararlo, renunciando a lucirse, aunque sí pudo hacerlo, por lentas verónicas, en un quite.
El toro había ido bien en largo al caballo y así lo citó Morante, desde el centro del ruedo… ¡con el cartucho de pescao!, homenaje a Pepe Luis Vázquez en su centenario. La maravillosa serie por la izquierda se vio interrumpida al encelarse el animal con la montera, que el de la Puebla había colocado entre sus pies. La retomó y finalizó con dulzura, la misma que empleó luego por la derecha, embraguetado, gustándose y comunicando con sus movimientos lo feliz que estaba con el toro. Gavilán, que tal era su nombre, no pensaba igual y, tras varios amagos, se fue a las tablas. Y para allá que se fue el genio, dispuesto a desplegar toda su torería en la mismísima querencia del toro. Por la derecha, apoyado en las tablas, dejando el espacio mínimo para que el toro pasara… Una auténtica lección de capacidad lidiadora. Tras la estocada fue premiado sólo con una oreja. Sólo con una.
Al que Roca Rey cortó las dos orejas, el tercero, fue un gran toro. Con movilidad y galope alegre, humillaba y era de pronta respuesta. Con la muleta en la izquierda, el peruano se fue a por él desde primera hora y lo hizo con unos estatuarios que pusieron los pelos de punta cuando se coló en el primero. Con una faena basada en el pitón derecho, dio pases largos, templados y cadenciosos, vertical, pero con la mano muy baja, citando en largo pero acabando cerca tras ligar.
Reseñable un derechazo que acabó rematando con el de pecho por la izquierda pero cambiándose la muleta de mano sin solución de continuidad, con el toro recorriendo una circunferencia completa.
Las bernadinas con la espada de verdad acabaron de calentar por completo a los tendidos, que pidieron una justa oreja tras cobrar media estocada. Y siguieron pidiendo como locos. Y, en un alarde de no saber medir e identificándose con ellos, el presidente le dio la otra.
Seguramente se arrepintió cuando Roca se fue a por el sexto como un león. Lo cuidó hasta el máximo en la lidia, porque tenía condiciones: humillaba, se movía, tenía una embestida noble…
De rodillas en el centro del ruedo lo citó con la derecha para hacerle el pase cambiado, repitiendo y culminando con un vistoso cambio de mano mientras se ponía de pie. Tras dos series de derechazos culminadas por la izquierda para aprovechar el pitón bueno, el toro se fue apagando y Roca Rey decidió pegarse un arrimón de novillero que fue recibido con locura en los tendidos. Llegó a ser volteado y, ya, pa qué. Recetó una buena estocada y la orejita que debería haberle sido concedida por la abrumadora petición resulta que el presidente, visionario, se la había dado antes de tiempo, en el tercero.
Poco que decir de Juan Ortega. Unas bonitas verónicas al quinto y pare usted de contar, porque los toros con los que apechugó fueron los peores sin lugar a dudas. Habrá que seguir esperandolo.
A ver qué sorpresas nos depara esta cambiada y trastocada Maestranza en los tres días que quedan. Visto lo visto, puede pasar cualquier cosa.