Toros en Sevilla: El pésimo encierro de Cuvillo, empeorado por las dos generosas orejillas al Juli
Morante de la Puebla no puedo hacer nada ante dos animales sin fuerza uno y sin casta ni raza el otro. Tampoco Roca Rey, con enemigos a contraestilo

No pudo tener peor regreso Núñez del Cuvillo al cartel de más tronío de la Plaza de Toros de Sevilla, el del Domingo de Resurrección.

Todos los toros lidiados tuvieron algo: El que embestía con clase no tenía fuerzas y estaba pasado de kilos, el que sí tenía fuerzas ofrecía una embestida sosa y desangelada, el que mostraba buen comportamiento estaba chorreado de los cuartos traseros o no tenía el trapío mínimo. También hubo uno sin raza, casta, clase ni ná de ná… En resumen que sólo un toro, el quinto, sirvió mínimamente, queremos decir “mínimamente”, por encastado y bravo y el Juli le cortó dos orejas. Y esa es la segunda parte de la historia.

Nunca habrá dos orejas más generosas que las que se llevó en la tarde de las tardes del abono sevillano el torero madrileño. Destacaron las cualidades técnicas del diestro, algo que no debe sorprender. También, después de ser desarmado, unos largos y templados naturales -simplemente unos buenos pases- exageradamente jaleados en los que fueron los momentos más lucidos de la faena. Una estocada trasera acabó con la vida del quinto de la tarde.

Unos esperados derechazos plenos de técnica, el habitual toreo poderoso del Juli, un toro que no salva la cara de un encierro lamentable y una estocada imperfecta acabaron sumando dos orejas en estos tiempos de indudable cambio de carácter de la plaza de Sevilla y de su público, que, a lo que se ve, da más valor a tener cosas buenas o bonitas que contar (“¡¡dos orejas, que grande…!!”) que a que hayan sido de verdad.

Igual aún es pronto -2023- para analizar los cambios a peor en los comportamientos post-covid en los tendidos de la Plaza de la Maestranza.

Morante tuvo un primer toro de muchísima clase, lo que le sirvió para dar unas verónicas de recibo y repetir de la misma guisa en un quite. Ya para entonces se había comprobado que el castaño cuvillo no tenía ni fuerza ni caja para soportar sus cerca de 600 kilos. El cuarto -sobrero que salió cuando el ‘titular’ se rompió la pata en el ruedo- fue un auténtico desastre y el de La Puebla del Río, por verlo desde el principio, no quiso ni verlo. Lo picó mucho, dejó a su peón Trujillo que lo moviera, salió con la espada de matar y lo pasaportó de una estocada.

Tercer toro de la tarde, lidiado por Roca Rey. Ensabanao y de 575 kilos.

¿Y Roca Rey? ¿Qué pasó con el ciclón peruano? Pues que su primero, el tercero, un precioso toro ensabanao, parecía que podía servir pero sólo porque los dos anteriores eran incapaces. Y por comparación… Pero la sosa, insustancial embestida del cuvillo no era lo más adecuado para el concepto del toreo del peruano. El que cerró plaza tuvo un comportamiento cambiante, nunca fue claro. Con una cornamenta ridículamente larga y bizca, se mostró tan poco codicioso que más parecía que se iba a rajar. Roca Rey lo sostuvo en los medios, pudo dar una buena serie de derechazos culminada por un precioso natural casi circular antes de, desesperado, irse a por la espada para dejar una estocada trasera.

¡Es verdad! Si echamos cuentas nos falta aún un toro… El segundo, para el Juli. También con una bonita capa melocotón, de noble embestida, humillaba y metía la cabeza. Pero para hacerlo varias veces y que haya faena tiene que tener un mínimo de fuerza. Y nada de eso. Por mucho que se le cuidó y se le mimó.

Lamentable retorno de Núñez del Cuvillo al Domingo de Resurrección. Ni siquiera esas dos orejillas lavan el resto de la corrida. ¿Será que los cuvillos quieren ocupar el sitio de los juampedros?

La respuesta, el próximo día 21 de abril.




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