Daniel Luque la había liado en el tercero de la tarde, sumando una gran faena al extraordinario quite por verónicas al toro anterior, de Castella. El torero francés seguía aupado por el extraño comportamiento del público, de manera que el protagonista del tarde, el Juli, sin suerte en el primero, estaba simplemente presente.
Fue entonces cuando Don Julián López, el dueño de una finca de cerca de 1000 hectáreas, de una ganadería, de rentables negocios energéticos, de un pastizal ganado a pulso, se fue a recibir a portagayola al último toro de su vida como si tuviera se estuviera jugando los contratos de la próxima temporada. Porque, como durante sus veinticinco temporadas de torero, no podía dejarse ganar la pelea. Porque él es el Juli y el Juli manda y tiene que mandar.
Desde entonces todo fue un prodigio de torería y de sensibilidad, la que tienen los aficionados de la Maestranza y que arrastra al público arribista y advenedizo sediento de fiesta. Tras el caballo y un lucido tercio de banderillas, el torero madrileño se las tuvo que ver con el único ajeno a su fiesta, uno de Garcigrande.
El brindis al público fue una ovación clamorosa y, sin solución de continuidad, sin que hubiera empezado la faena, Tejera y ‘Suspiros de España’, porque se trataba más de lo que había pasado en los últimos 25 años que de lo que iba a pasar en los diez minutos siguientes. Julián peleó y se fajó con un toro complicado, que se quedaba corto cuando sí se decidía a embestir. Flojo de fuerzas el animal, el matador tiró de toda su conocida capacidad lidiadora para arrancarle algunos sobresalientes muletazos. La estocada con su habitual volapié le puso en la mano una oreja para que diera una vuelta al ruedo clamorosa al principio y cálida al final.
Se cierra una página de la tauromaquia con su héroe, Julián López, el Juli, besando el albero de la Plaza de Toros de Sevilla en una primera tarde de octubre, la de la Feria de San Miguel de 2023.
El auténtico protagonista del acontecimiento tuvo un acompañante esperado y al que se le esperaba. Daniel Luque volvió a poner de manfiesto que estos años finales del primer cuarto del siglo son suyos por méritos propios.
Su primer “aquí estoy yo” fue en el soberbio quite por verónicas que le hizo al segundo, toro de Sebastián Castella.
Pero lo grande llegó en el tercero, con un animal de Garcigrande, de nombre Titiritero, que hizo honor al característico comportamiento de esta ganadería. Después de dar toda la lata del mundo en los dos primeros tercios, distraído, sin fijeza y sin opciones de ver nada con el capote, cambió como por ensalmo y, sin regalar, hizo que el trabajo de Luque se reflejara en una gran faena. Desde el inicio andándole con derechazos, naturales, trincheras y un maravilloso cambio de manos hasta series por la derecha culminadas con la otra mano para aprovechar el pitón bueno del toro. Resolvió con un estoconazo y fue premiado con dos orejas, aunque si se hubieran aplicado los parámetros del día anterior habría que haberle dado entre cuatro y cinco.
El sexto cabeceaba y se mostraba áspero, pero quedaba la duda del cambio de comportamiento en la muleta… Probaba, se lo pensaba antes de embestir, no se entregaba y le faltaba ese fondo de bravura necesario. Aún así, Luque logró enjaretar una faena meritoria basada en el pitón derecho, pero si nunca pareció ser suficiente, una estocada algo caída certificó que no habría Puerta del Príncipe, a pesar de la petición.
Del otro torero, Sebastián Castella, poco se puede decir. Comentarios hablaban de que se había llevado el peor lote, pero a uno de ese lote, el segundo, le había dado Luque el mencionado quite y cuando le quiso responder por chicuelinas quedó retratado. Luego se perdió en pases con el pico y en naturales vulgares. Pareciendo aturdido por el acontecimiento del día anterior, no supo solventar las dificultades para entrar a matar a un toro que no dejaba de andar. Luego, incluso se pasó de pesado con el quinto, donde no había nada que rascar.
Una tarde para el recuerdo por la retirada de un gran torero de los inicios del siglo XXI y por lo apuntado por otro que, aunque más que consolidado, tiene que agarrar aún el aura de figurón.
Y otro buen San Miguel, emborronado por los regalos pero que hace pensar en que el mes de septiembre taurino en Sevilla tiene margen de crecimiento. Igual hay más de tres corridas el año que viene…