Toros en Huelva: Toreo caro a orillas del Tinto y el Odiel
Morante y Luque lo bordaron ante un aceptable encierro de Juan Pedro. Aguado, con el peor lote, se fue de vacío

Me va a permitir, querido lector, que parafrasee a mi admirado José Antonio Blázquez -maestro de periodistas deportivos, taurinos, flamencos y lo que se tercie- para describir lo que ocurrió en la tarde noche del 29 de julio en la Plaza de Toros de la Merced, en Huelva, a donde llegaron Morante de la Puebla, Daniel Luque y Pablo Aguado para vérselas con los toros de Juan Pedro Domecq.
A pesar de que la temporada que lleva esta ganadería no es la más satisfactoria ni en cuanto a juego de sus toros ni en cuanto a las reacciones de su máximo responsable, lo cierto es que el encierro que llegó hasta la capital onubense permitió el lucimiento y esos dos monstruos del toreo que son Morante y Daniel Luque no lo desaprovecharon.
El de la Puebla le había cortado una oreja al noble primero en una faena basada en la mano izquierda y sobresaliendo sus buenas verónicas de recibo. Y Daniel Luque, sin duda en el año de su vida, no se amilanó lo más mínimo cuando le llegó el turno.
Recibió al segundo con unas verónicas a cámara lenta, con el capote cogido casi por la esclavina y cimbreando la cintura, sin apenas mover los brazos, rematando la larga serie con varios lances a una mano y un pase de pecho de la misma guisa. Segurísimo y confiadísimo, inició la faena por bajo, con derechazos y trincherazos, y sólo obligó al toro a levantar la cabeza para rematar con un templado y jaleado pase de pecho. El juampedro respondía a cada leve toque con la muleta y siempre estaba deseando embestir, ahora por la derecha, luego para una preciosa tanda de naturales, después para unas soberbias luquecinas… El ambiente se fue calentando y el público no tuvo que insistir mucho para ver indultado a Manzanillo, número 177 de la ganadería de Juan Pedro Domecq. El propio Luque lo llevó con la muleta hasta la puerta de los toriles, donde el maravilloso animal incluso amagó con darse la vuelta porque su instinto le animaba a seguir embistiendo.
Poco capote pudo lucir Morante en el cuarto, aunque lo intentó. El toro manseó desde que salió y parecía no querer pelear. En la línea última de los juampedros, vamos. Sin embargo, parecía que el torero de La Puebla del Río le había visto algo, lo que nadie en los tendidos pudo, menos aún cuando se cayó tras salir del caballo. Se plantó con el animal en los medios y tiró de su sapiencia de lidiador para, porfiando y trabajando, meterlo en el canasto cuidándolo mucho. La última tanda de naturales fue sublime, los abanicos y la caricia a la testuz, indicadores de que ya no había más, porque hubo mucho donde parecía que no había nada. (Perdón por el juego de palabras) Pero con Morante siempre te puedes llevar una sorpresa. Esta vez, la estocada recibiendo que le puso las dos orejas en las manos.
La tarde estaba muy arriba, pero aún quedaba…
Daniel Luque recibió al quinto con unas verónicas tan lentas, armoniosas, primorosas y con las que se encontraba tan a gusto que su confianza y disfrute le jugaron una mala pasada. El toro lo prendió, pero sin consecuencias. Así, pudo culminar su labor con otra verónica que acabó convirtiendo en un lance sólo con la izquierda y recorriendo casi un círculo completo. El animal tenía un gran pitón derecho y por ahí se empleó el de Gerena, que pareció no querer saber nada de la siniestra porque se había colado varias veces con peligro.
Pero sólo “pareció”.
Decidido, amo del cotarrro, cogió la muleta con la izquierda diciendo “aquí mando yo”. Tragó quina para sacar una buena serie y si el remate pareció un alivio para torero y público, nada de eso. Otra más por el mismo lado, mejor que la anterior, seguida de más derechazos, adornos, y la sensación de que Luque, hoy en día, puede con todo. Hasta con un pitón izquierdo con tanta mala baba. La estocada quedo traserilla, pero el juampedro se echó y se fue al desolladero sin orejas, porque el dueño y señor de la tarde, de la corrida y de todo tenía que pasearlas por el ruedo de La Merced.
Poco podemos decir de Pablo Aguado, tercero en discordia y al que correspondió el peor lote. Estuvo dispuesto ante sus dos enemigos, destacando unos buenos naturales a su primero y dos lentísimos lances por la izquierda a su segundo. Habrá que seguir esperando.
En esta ocasión hubo toros y hubo toreros en la calurosa tarde onubense. El resultado, toreo caro a orillas del Tinto y el Odiel. Va por usted, don José Antonio.




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