Por Belén Sánchez
Mes de noviembre, mes otoñal. Llegan las largas noches, aparecen los fríos y las nieves, la escarcha llena los montes, es tiempo de trashumancia. Con la llegada de los meses más fríos del año, las ganaderías de bravo deciden trasladar sus reses a lugares más cálidos, donde el frío invierno no resulta tan castigador. Los meses de verano aprovechan los pastos y el clima de las zonas más altas y durante los meses de invierno se trasladan a zonas más bajas y con climas más cálidos. El objetivo es aprovechar las llamadas dos primaveras.
La ganadería de Alicia Chico se encuentra ahora mismo cruzando el país. Desde Teruel hasta Jaén, pasando por Cuenca, Albacete y Ciudad Real. Alrededor de 400 vacas recorren unos 500 kilómetros durante 30 días. Un mes, cinco vaqueros y un coche de avituallamiento. Actualmente, es la ganadería que realiza el trayecto más largo en toda España. Pese a que la trashumancia en siglos pasados fue muy importante, se remonta hasta la Edad Media, en pleno siglo XXI apenas se realiza esta actividad. Los problemas que ponen desde las administraciones para pasar de una comunidad a otra han hecho que la trashumancia sea un evento puntual de ver.
Cada mañana al alba, el mayoral, Tomás González, junto a sus acompañantes realizan el recuento de las reses. Antes de emprender el trayecto hacen que todas las reses pasen entre dos caballos, como un embudo. Primero los bueyes y seguidamente las vacas, una a una, para ir contando animal por animal. Si el número no coincide, vuelta a empezar. Cuando el recuento es correcto, comienza la larga jornada, unas veces sencilla y otras complicadas. Cada día es único. Las condiciones climatológicas a veces están a favor y otras en contra. Frecuentes son las nevadas en noviembre a su paso por Teruel y Cuenca, los días de lluvia y también los días de aire que corta la piel. Los terrenos abruptos, las estrechas veredas en las que los animales pasan de uno en uno alargando la manada en varios pares de kilómetros hacen que los días sean inciertos.
Durante el día recorren una media de 20 kilómetros. Las bravas vacas comen durante todo el recorrido aprovechando los pastos y contribuyendo al ecosistema. Descansan realizando varias paradas donde pueden beber agua. Al finalizar cada jornada, las 400 vacas son encerradas en un cercado que los vaqueros colocan cada tarde. El incremento de carreteras, autovías y vías de trenes hace que utilicen un pastor eléctrico para que ninguna vaca se aleje causando daños mayores. No muchos años atrás, los vaqueros pasaban la noche entera rodeándolas con los caballos para evitar que alguna de ellas escapara.
Cuando cae la noche y el sol se pone, los vaqueros realizan una hoguera, primero para secar sus ropas después de la lluvia y entrar en calor y segundo para realizar la cena. Las noches alrededor del fuego contando anécdotas hacen los días más llevaderos. Recuerdos del día anterior, momentos de años atrás, historias para libros que contar. Cada vaquero duerme en su propia tienda de campaña, dentro del saco de dormir y con varias mantas. Pese a las frías noches, cuentan que prefieren la trashumancia de invierno a las de verano.
Este año, la Ganadería de Alicia Chico lleva tres días de retraso. En las primeras jornadas, varias hembras de la ganadería se quedaron atrás. Los vaqueros pasaron un par de días y noches buscándolas. Una vez la manada unida, el trayecto siguió como de costumbre. Tomás, Elu, Quique, Paulino, Pedro y eventualmente Jordan, siguen su rumbo camino a La Carolina, Jaén. Que el tiempo les acompañe, que las noches les sean más cortas con cientos de anécdotas y ojalá, que esta ganadera, Alicia Chico, jamás deje de practicar la trashumancia.
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