De las imágenes de los disturbios en varias ciudades, me quedo con el texto de la pancarta colgada por una vecina en su balcón, harta de no poder dormir: “Libertad de expresión sí, de excreción no”.
El derecho a la libre expresión tiene el límite razonable de no atentar contra la seguridad pública como ha hecho el delincuente Hasél, trastocándola en un excremento de odio que apesta.
Por eso le dedico a él y a todos los niñatos que queman contenedores, estas letras de arte de una comparsa carnavalesca de Cádiz, cuna de la libertad: “Tú necesitas, pisha, un babuchazo en la boca, para comprender que sólo construye quien ama y jamás quien nos provoca”.
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