Conocimos a Luis Miguel Ruiz Pérez dejándose la piel en la “Asociación de Vecinos Bermejales 2.000” y desde entonces, de forma maravillosa y espontánea, pasamos a considerarlo como a uno más de nuestra familia.
Generoso, sociable, bondadoso y profesor del Colegio Claret, ofrecía a todos su amistad y su persona, convencido de que el desarrollo de nuestros barrios requiere de un pueblo formado, participativo, ilusionado y libre.
En más de una ocasión discutimos con él sobre diversos temas, pero la sangre nunca llegó al río como aquél que dijo. Y es que nuestro glorioso vecino albergaba un corazón de oro y un imprevisible toque de arte gitano, de modo que terminábamos riéndonos de nosotros mismos con una jarra de cerveza en cualquier bar.
Orgullosos de que Nuestro Creador, su Cristo de La Misión, le haya llamado para seguir impulsando iniciativas de mejoras sociales allá en el Cielo, nos despedimos de él con una dolorosa alegría, sin desearle que descanse en paz porque sabemos de sobra que no descansará. Seguro que seguirá sin tregua enredando en sus proyectos a querubines y arcángeles. Genio y figura.
Pronto nos vemos, amigo. Sencillamente Luismi.
Pepe Rodríguez Hervella y Rocío De Los Reyes Machuca
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