En los telediarios nos dan el tiempo como si fueran a quitárnoslo. Anuncian olas de calor o de frío igual que si profetizaran el Apocalipsis. Ahora vamos a alcanzar los cuarenta grados, una cosa de toda la vida y de lo más normal al llegar el verano, pero lo cuentan asustándonos, como si fueran temperaturas de Laponia en Navidad. Les gusta la película de terror del cambio climático.
Los partes meteorológicos son ya más meteoros que lógicos, atienden a las estrictas órdenes de las cadenas para conseguir audiencias al precio que haga falta. Quizás porque esas cadenas han acabado haciendo honor a su nombre, y los presentadores están presos y realmente encadenados al ridículo, empujados al reality show, patéticos ante los mapas con España avergonzada, más roja que un tomate, coloreada como el vaticinio de una catástrofe. Buscan sobrecogernos con el tiempo como si se avecinara un ataque nuclear. Pero no hay que alarmarse. Como toda la vida, ha vuelto a ser verano. ¿Qué querrán que pase sino que haga calor? En el país de los búcaros, estos tontos nos recomiendan beber. Nos alertan con tonos calientes -amarillo, naranja y rojo- para ponernos a salvo de un peligro creciente y a plazos. Esto, antes, era pasar con toda naturalidad la canícula. Ahora unos idiotas se creen los guionistas de “El coloso en llamas”.