Pablo tiene dieciséis años y es hijo de una barrendera municipal de Logroño. Cuando los vacaburros, a falta de fiesta de Halloween, apedreaban a policías y quemaban contenedores, él pensaba en que a su madre le tocaría doblar turnos para limpiar calles y llevar el pan a casa.
Se plantó con sus amigos al amanecer para recoger los destrozos tras la algarada de las bestias, representando con su ejemplo a millares de españoles que madrugan para trabajar y construir una sociedad mejor, frente a la violencia vacaburra de la morralla perroflauta.
Pablo ha sido la imagen de la dignidad y de la vergüenza de España. Te admiramos, muchacho. Con tu escoba en la mano y con un par de huevos.
José A. Rodríguez Hervella
SEVILLA
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